Cuando la “prefecta de disciplina” de un colegio católico de élite en Cancún, México, llegaba a una clase para llevar a las niñas a confesión, el ambiente se tensaba. La mujer dirigía a las niñas a la capilla para que el director de la escuela, un legionario de Cristo, abusara sexualmente de ellas.
“Mientras unas leían la Biblia, violaban a las de enfrente, niñas desde 6 años a 8-9 años”, recordó una de las víctimas de ese sacerdote, Ana Lucía Salazar, presentadora de televisión y madre de tres hijos.
“Después, nada fue igual, nada regresó a su lugar”, lamentó la mujer entre lágrimas en su casa de Ciudad de México.
La espantosa historia de Salazar, que fue corroborada por otras víctimas y la propia Legión de Cristo, ha abierto una nueva crisis de credibilidad para la otrora influyente orden, 10 años después de que el Vaticano interviniera la organización tras determinar que su fundador era un pederasta.
El caso ha confirmado que el problema de abusos en la Legión va más allá de su fundador. Y ha cuestionado la reforma dirigida por el Vaticano. El enviado papal supo del caso hace casi una década y rechazó castigar al sacerdote o a los superiores que conocían sus crímenes, muchos de los cuales siguen en puestos de poder y ejerciendo el sacerdocio.
La Legión quería aparecer tomando las riendas de su orden tras 10 años de reformas ordenadas por el Vaticano. La Santa Sede impuso cambios estructurales tras las revelaciones sobre que el fallecido fundador de la orden, el reverendo Marcial Maciel, agredió sexualmente a al menos 60 seminaristas, tuvo al menos tres hijos y construyó una orden hermética y similar a una secta para satisfacer sus deseos y ocultar su doble vida.
Pero el escándalo en Cancún mostró que la reforma del Vaticano dejó al menos un tema clave sin corregir: castigar a agresores históricos conocidos y a las personas que les cubrieron, y cambiar la cultura de encubrimiento que permitió esos crímenes.
Desde el principio, el fallecido enviado papal que dirigió la Legión, el cardenal Velasio de Paolis, se negó a exigir responsabilidades a los superiores cómplices de la orden.
“De Paolis dijo de forma explícita que no habría caza de brujas, y la consecuencia fue que los abusos y su ocultación permanecieron sin castigo”, dijo el reverendo Christian Borgogno, ex sacerdote de la Legión y que cofundó el grupo de Facebook “Legioleaks”, donde Salazar hizo pública su historia por primera vez en mayo. La decisión de De Paolis de mantener en su puesto a los superiores de la Legión, muchos de ellos cercanos a Maciel “hizo imposible la reforma”, dijo Borgogno.
Salazar, cuya historia ha acaparado titulares en México, fue más allá:
“Yo lo que quiero es que el Papa se radicalice. Sólo hay una postura, a favor de los niños violados”, afirmó, señalando que no se puede apoyar a una congregación que resguarda a “maleantes, delincuentes, violadores, cómplices y victimarios”.
“No tiene razón de ser la Legión de Cristo. Es como desarticular un cártel, tienes que quitar al cabecilla, desmantelarlo”, añadió.
El reverendo Aaron Smith, portavoz de la orden, alegó que la cúpula de la Legión sí ha cambiado en la última década, señalando que 11 sacerdotes participan en el Capítulo General de este año por primera vez y que la mayoría de los 66 participantes han entrado en la asamblea después de que comenzara la reforma del Vaticano. Sin embargo, quedan más de una docena que pertenecen a la vieja guardia de Maciel.
“Hoy sería prácticamente imposible que acciones como las que ocurrieron durante el periodo de Maciel pasaran desapercibidas”, dijo en respuestas enviadas por correo electrónico tras declinar una entrevista en cámara.
El escándalo ha golpeado a la Legión en su territorio natal, México, y arrojado una sombra de desprestigio donde más duele: las prestigiosas escuelas privadas de la orden, que tienen su público entre la elite mexicana y son la principal fuente de ingresos de la orden. Ex sacerdotes de la Legión dicen que el caso es un golpe devastador del que advirtieron durante mucho tiempo, ya que perder credibilidad ante los mexicanos adinerados privaría a la orden de su base clave.
La conferencia episcopal mexicana ya ha puesto fin a su silencio sobre la orden para condenar los abusos recién revelados y el hecho de que la Legión no ofreciera “un acto concreto de justicia y de reparación para las víctimas” incluso después de haber reconocido los crímenes, prometido más transparencia y señalado a sus nuevas medidas de protección de menores.
Rogelio Cabrera, que además de presidir la conferencia episcopal mexicana es el arzobispo de Monterrey -un bastión de los legionarios- denunció el “silencio criminal” del grupo y el trato que recibieron las víctimas, y lideró una petición reciente de los obispos mexicanos de que se anulara la prescripción legal en casos de agresiones sexuales a menores. Fue un cambio de postura llamativo, dado que la jerarquía católica mexicana apoyó durante mucho tiempo a la Legión y se benefició de la generosidad de la antes adinerada orden.
Incluso el Embajador vaticano en México, monseñor Franco Coppola, rompió la tradición de discreción diplomática de su cargo para criticar públicamente como había gestionado el caso la Legión y pedir al Vaticano que investigara la red de ocultación que había detrás. Eso también fue llamativo, dado que el propio Vaticano se ha visto implicado en la ocultación de los abusos de Maciel.
Coppola repitió además las peticiones de víctimas y arquidiócesis de Monterrey de que los superiores de la Legión implicados en ocultar los hecho dimitieran al menos destituidos del Capítulo General, lo que describió como un “gran gesto de humildad” que hasta la fecha no ha aceptado ninguno.